El
cine es una técnica de proyectar fotogramas en una secuencia rápida que simula
el movimiento. La palabra cine, viene del griego Κίνηση y significa movimiento
HISTORIA Y ORIGEN DEL CINE
El
origen del cine se remonta al 28 de diciembre de 1895, cuando los hermanos
Lumière, proyectaron imágenes en movimiento frente a una audiencia. También
produjeron una serie de cortometrajes documentales que tuvieron gran éxito en
su momento, con temáticas como obreros a la salida de una fábrica, un jardinero
regando el césped, la olas rompiendo en la orilla. Su cortometraje más
impresionante fue el de un tren del correo avanzando hacia el espectador, lo
que producía gran conmoción en el público
PELÍCULAS
DE UNA BOBINA
En
1896 el ilusionista francés Georges Méliès demostró que el cine no sólo servía
para grabar la realidad, sino que también podía recrearla o falsearla, Méliès
descubrió que deteniendo la cámara en mitad de una toma y recolocando entonces
los elementos de la escena antes de continuar podía, por ejemplo, hacer
desaparecer objetos. Del mismo modo, retrocediendo la película unos cuantos
centímetros y comenzando la siguiente toma encima de lo ya filmado, lograba
superposiciones, exposiciones dobles y disoluciones (fundidos y encadenados,
como elemento de transición entre distintas escenas). Aunque hoy en día parecen
poco más que curiosidades, son precursores significativos de las técnicas y los
estilos de un arte entonces balbuceante.
EL
CINE MUDO. FORMACIÓN DE UN ARTE NUEVO
El ejemplo, sobre todo de Italia, que en 1912
era el cine más potente del mundo, llevó a los productores estadounidenses a la
acción, viéndose obligados a hacer películas más largas, en las que los
directores tuvieran también una mayor libertad artística, y los actores
figuraran en los títulos de crédito, lo que hizo indefectiblemente que algunos
de éstos se convirtieran en los favoritos del público. Como resultado, siguió
un periodo de expansión económica y artística en el cine de este país.
El
traslado a Hollywood
Entre
1915 y 1920 las grandes salas de cine proliferaron por todo el territorio de
Estados Unidos, mientras la industria se trasladaba de los alrededores de Nueva
York a Hollywood, pequeña localidad californiana junto a Los Ángeles donde los
productores independientes construyeron sus propios estudios. Se produjeron
cientos de películas al año como respuesta a la creciente demanda de las salas.
La inmensa mayoría eran westerns, comedias de tortazos y resbalones y elegantes
melodramas.
Películas
cómicas mudas
Mack
Sennett llegó a ser entonces el rey de la comicidad, introduciendo en la
pantalla el estilo de los espectáculos de variedades, en una serie de
imaginativas películas protagonizadas por los famosos Keystone Kops. Su estilo
en conjunto era nuevo, ya que fundía elementos del vodevil, el circo, las tiras
cómicas y la pantomima teatral, con un sentido del ritmo en el que era un
verdadero maestro. Sennett decía que un gag debía plantearse, desarrollarse y
completarse en menos de 30 metros de película (que equivalen a menos de un
minuto de proyección). Tenía un talento especial para crear una atmósfera en la
que el temperamento artístico de cada cómico pudiera brillar. Sennet fue un
gran descubridor de talentos; entre los que trabajaron con él destacaron Marie
Dressler, Mabel Normand, Fatty Arbuckle, Gloria Swanson, Harold Lloyd, Wallace
Beery y un nuevo cómico británico cuyo nombre artístico era Charlie Chaplin.
Chaplin
era un cómico genial cuyos trabajos darían brillo a la pantalla. Su sola
presencia era suficiente para asegurar el éxito comercial de una película. Fue
la primera estrella internacional y una leyenda viva desde su juventud,
rompiendo con cada nueva producción los récords de taquilla anteriores, sin
embargo, enemistades entre los sectores más reaccionarios del poder
estadounidense, obligándole a abandonar el país en la década de 1950, cuando la
'caza de brujas' promovida por McCarthy siembra la sospecha y la desconfianza
hacia los cineastas progresistas.
EL
CINE SONORO
En
1926 la productora Warner Brothers introdujo el primer sistema sonoro eficaz,
conocido como Vitaphone, consistente en la grabación de las bandas sonoras
musicales y los textos hablados en grandes discos que se sincronizaban con la
acción de la pantalla. En 1927, la Warner lanzó El cantor de jazz, de Alan
Crosland, la primera película sonora, protagonizada por el showman de origen
ruso Al Jolson, que alcanzó un éxito inmediato e inesperado entre el público.
Su eslogan, sacado del texto de la película "aún no has oído nada",
señaló el final de la era muda. Hacia 1931 el sistema Vitaphone había sido
superado por el Movietone, que grababa el sonido directamente en la película,
en una banda lateral. Este proceso, inventado por Lee de Forest, se convirtió
en el estándar. El cine sonoro pasó a ser un fenómeno internacional de la noche a la mañana
Los
años de la caza de brujas
El
auge de liberalismo político de los años de Roosevelt había favorecido la
aparición de un sector crítico y progresista. Con la entrada de Estados Unidos
en la segunda guerra mundial, este estado de cosas dejó paso a una opinión
emergente que cuestionaba abiertamente un sistema que ya no era capaz de
devolverles la esperanza.
Casablanca
(1942), rodada durante la guerra, se oponía al fascismo, al igual que otras
películas realizadas durante esos años, como El gran dictador (1940), Ser o no
ser (1942) o Náufragos (1944). Como reacción a esta ola crítica que vivía
Hollywood, desde 1947 el Comité de Actividades Antiamericanas, con el impulso
posterior del senador Joseph McCarthy, pretendió eliminar todos los brotes
supuestamente comunistas que concurrían en la industria. Muchos se vieron
afectados por esta medida. Los cineastas que comenzaban a despuntar en esos
años continuaron la senda abierta por sus predecesores, pero ahora con funestas
consecuencias. Con el firme propósito de cortar las convicciones izquierdistas
de la cultura estadounidense, el HUAC sentó en el banquillo a los intelectuales
dudosos. Un grupo de cineastas, como Dmytryk o el guionista Dalton Trumbo, se
negaron a declarar, y a consecuencia de ello se les prohibió trabajar en el
país (además de la condena a un año de prisión y 1000 dólares de multa).
Desarrollo
del cine en color
Los
experimentos con película de color habían comenzado ya en 1906, pero sólo se
había usado como curiosidad. Los sistemas ensayados, como el Technicolor de dos
colores, fueron decepcionantes y fracasaban en el intento de entusiasmar al
público. Pero hacia 1933 el Technicolor se había perfeccionado, con un sistema
de tres colores comercializable, empleado por vez primera en la película La
feria de la vanidad (1935), de Rouben Mamoulian, adaptación de la novela de
William M. Thackeray.
La popularidad del color aumentó, y durante la década de
1940 se empleó sobre todo en una serie de musicales clásicos de la MGM (Metro Goldwyn
Mayer). A partir de la década de 1960, el blanco y negro quedó para crear
efectos especiales en películas como Psicosis (1960) de Hitchcock, o La última
película (1971), de Peter Bogdanovich. Más recientemente, lo hemos podido ver
casi siempre en películas con pretensiones artísticas, como El hombre elefante (1980),
de David Lynch, Toro salvaje (1980), de Martin Scorsese, La ley de la calle
(1983), de Francis Ford Coppola, o Zelig (1983), de Woody Allen.
El
cine estadounidense a partir de la década de 1960
A
finales de la década de 1960, de los estudios cinematográficos sólo quedaba el
nombre, ya que su función original y su propiedad habían sido asumidas por
inversores ajenos a la industria. Los nuevos propietarios, las grandes
corporaciones audiovisuales, pusieron el acento preferentemente en la
producción de películas como una mera inversión de los excedentes de los
negocios musicales. Así, los estudios aún funcionaron durante la década de 1960
produciendo adaptaciones de musicales y comedias de Broadway. En 1968, el fin
de la censura permitió a la industria de Hollywood especializarse en películas
que mostraban un alto grado de violencia y una visión más explícita de las
relaciones sexuales.
Al
mismo tiempo surgió una nueva generación de realizadores bajo la influencia de
las tendencias europeas y con el deseo de trabajar con diferentes
distribuidores, tomando cada película como una unidad por separado. Muchos de
ellos realizaron películas de gran calidad, tanto fuera de la recién
descentralizada industria como dentro de sus límites. Algunos de ellos, como
Stanley Kubrick, Woody Allen, Arthur Penn, Francis Ford Coppola o Martin
Scorsese, han tratado en numerosas ocasiones de trabajar con el respaldo de una
compañía financiera, buscando la distribución de sus obras a través de un
estudio distinto para cada proyecto, o manteniendo una relación relativamente
estable con uno de ellos.
Stanley
Kubrick produjo durante unos años una serie de obras interesantes, desde la
sátira política de ¿Teléfono rojo? Volamos hacia Moscú (1963), hasta el desafío
técnico de 2001: una odisea del espacio (1968), la meticulosa adaptación del
siglo XVIII de Barry Lyndon (1975) o el horror gótico de El resplandor (1980),
aunque sus mejores películas siguen siendo las primeras: Atraco perfecto
(1956), hermosa síntesis del género policiaco, de un fatalismo poético;
Senderos de gloria (1957), una de las mejores películas antibelicistas de la
historia; Espartaco (1960), sobre la revuelta de los esclavos romanos, y Lolita
(1962), todas ellas además magistralmente interpretadas. Arthur Penn, más complaciente,
con Bonnie y Clyde (1967) conmovió a los espectadores de las salas de arte y
ensayo y a los aficionados al cine de violencia y de aventuras, y sirvió de
punto de partida para el gusto de nuevas generaciones de espectadores, que
marcaron también Mike Nichols con El graduado (1967), o Dennis Hopper con
Buscando mi destino (1969).
Penn continuó con el cine 'contracultural' de la
década de 1960 con El restaurante de Alicia (1969) y Pequeño gran hombre
(1970). Por su parte, Woody Allen dirigió y protagonizó una serie de películas
formalmente semejantes a las de los cómicos clásicos estadounidenses, algo
entre sus admirados Bob Hope y Groucho Marx, pero con un mensaje y unas
actitudes peculiares, propias de la sensibilidad de la ciudad de Nueva York. Entre
ellas son buenos ejemplos Toma el dinero y corre (1969), Bananas (1971) y El
dormilón (1973).
Más tarde, Woody Allen ha alcanzado una madurez indudable,
alejado ya de la payasada, más reflexivo y al mismo tiempo más amargo,
preguntándose permanentemente sobre el sexo, el amor, la muerte y la
responsabilidad personal. Aquí cabe citar Annie Hall (1977), Manhattan (1979),
Hannah y sus hermanas (1986), Días de radio (1987), Delitos y faltas (1989) y
Acordes y desacuerdos (1999).
En
otro estilo totalmente distinto, Francis Ford Coppola aparece como un director
de grandes producciones y arriesgados experimentos, no siempre fructíferos
comercialmente. Aunque esto no le ha impedido continuar una obra tan personal
como la de los autores europeos, ajeno a las conveniencias y a las modas. De
sus primeros fracasos económicos se repone con El padrino (1972), un éxito
comercial de tal magnitud que le permite hacer la personal La conversación
(1973), a la que sigue la producción de American Graffiti (1973), de George Lucas.
Con los beneficios obtenidos con esta película realiza El padrino II (1974) y
Apocalypse now (1979), adaptación del relato corto de Joseph Conrad, El corazón
de las tinieblas. Ésta resulta una gran obra aclamada por la crítica pero con
un irregular resultado de público. Corazonada (1981) fue un fracaso comercial,
lo que no le impide hacer poco después otra de sus mejores obras, La ley de la
calle (1983). Vuelve a conseguir el éxito con Tucker: un hombre y su sueño
(1988), otra obra maestra. Cierra el ciclo de la familia Corleone con El
padrino III (1990). De nuevo obtuvo gran éxito de público en todo el mundo con
su particular Drácula (1992). Más clásico, aunque con un estilo personal
indiscutible es el también italoamericano Martin Scorsese, autor de Malas
calles (1973), Taxi Driver (1976), Toro salvaje (1980), Uno de los nuestros
(1990), La edad de la inocencia (1993) o Casino (1995).
Robert
Altman, tras un enorme éxito comercial con M*A*S*H* (1970), que se convirtió
posteriormente en una larga y popular serie de televisión, hace una serie de
películas, por lo general complejas para el gran público, exceptuando el
musical Nashville (1975), en el que intervienen 26 personajes principales
formando un gran tapiz de la política, la música, el teatro y la religión. En
sus obras más recientes vuelve a recuperar el contacto con el espectador, como
en El juego de Hollywood (1991), una comedia negra sobre las intrigas de la
producción cinematográfica hollywoodiense, Vidas cruzadas (1993) y
Prêt-à-porter (1994) y Kansas City (1996). Cassavetes, actor y director cuyo
primer largometraje fue el documental experimental Sombras (1960), se sumó a la
producción convencional tras su éxito comercial con Faces (1968), que repetiría
con Una mujer bajo la influencia (1974), protagonizada por su mujer, Gena
Rowlands. John Sayles, escritor, director y actor independiente, consiguió el
aplauso de la crítica por películas como Return of the Secaucus Seven (1980),
Matewan (1987) y Passion Fish (Peces de pasión, 1992). Spike Lee, que escribió,
dirigió, produjo y protagonizó películas tan alabadas por la crítica y por el
público como Nola Darling (1986), Haz lo que debas (1989) o Malcolm X (1992),
en la actualidad parece empeñado en crear un nuevo tipo de cine, centrado casi
exclusivamente en la problemática de la comunidad afroamericana en Estados
Unidos.
Frente
al cine que representan los anteriores realizadores de cine de autor, pese a
ser estadounidense y en ocasiones ligado a la industria de Hollywood, ésta ha
continuado otras líneas de producción para el consumo masivo, especialmente de
niños y adolescentes. Se basan principalmente en el efectismo que las nuevas
tecnologías y los grandes presupuestos permiten. Dentro de esta categoría
figuran las películas de catástrofes, como La aventura del Poseidón (1972), de
Ronald Neame, El coloso en llamas (1974), de John Guillermin e Irvin Allen, o
Titanic (1997), de James Cameron; las recreaciones de personajes del cómic,
como Superman (1978), de Richard Donner, Batman (1989), de Tim Burton, y
Spider-Man (2002), de Sam Raimi; o las películas bélicas de ciencia ficción
como la saga Star Wars, de Georges Lucas: La guerra de las galaxias (1977), El
imperio contraataca (1980), El retorno de Jedi (1983), La amenaza fantasma
(1999) y El ataque de los clones (2002), la primera película totalmente
digital. A esto hay que añadir las fantasías tecnológicas que ha hecho posible
los avances de la informática, como Matrix (1999), de Larry y Andy Wachowski.
En
estos géneros comerciales ha destacado Steven Spielberg (empezó con la
interesante El diablo sobre ruedas (1971)), desde Tiburón (1975), modelo de
películas en las que una criatura terrorífica atemoriza a una pacífica
comunidad, a las más serenas y emotivas de ciencia ficción Encuentros en la tercera
fase (1977) y E.T. el extraterrestre (1982), que explotaron la fascinación por
las posibilidades de vida extraterrestre y su posible contacto con los humanos.
En la serie de Indiana Jones recrea el cine clásico de aventuras: En busca del
arca perdida (1981), Indiana Jones y el templo maldito (1984) e Indiana Jones y
la última cruzada (1989). En 1993, en un tono distinto al habitual, consiguió
el apoyo de la crítica y el público más exigente con La lista de Schindler,
película basada en la experiencia del Holocausto, filmada toda en blanco y
negro excepto una imagen en color.
EL CINE EN LA ACTUALIDAD
Esta arte es relativamente nueva y todavía esta desarrollándose cada vez mas, ya que con los nuevos avances tecnológicos podemos crear imágenes por computadora que asombran a los espectadores creando increíbles imágenes como la reciente Transformers 4: Age of Extincion (2014) dirigida por Michael Bay que sorprende a la audiencia con su calidad de imagen y asombrosos efectos especiales.
El cine es un arte que espero evolucione mas, porque todavía se puede obtener un gran potencial de el y mas actualmente con toda la tecnología que tenemos a nuestro alcance
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